Deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer: ¿diabetes de tipo 3?
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Deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer: ¿diabetes de tipo 3?

Deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer: ¿diabetes de tipo 3?

Octubre 2, 2019

Si tienes interés en temas de salud, e incluso si no, seguramente conozcas el término “diabetes”. Normalmente agrupa la diabetes de tipo 1 (una enfermedad con etiología autoinmune o genética que debuta habitualmente en la juventud por ausencia total de funcionamiento del páncreas y, por lo tanto, dependencia a la insulina exógena como tratamiento) y la diabetes de tipo 2 (la más frecuente en nuestro medio, con una prevalencia mundial, en mayores de 18 años, del 8.5% según datos de 2014, debida principalmente a resistencia a la insulina en el cuerpo, inducida por pobres hábitos nutricionales y de actividad física, aunque la etiología es compleja y multifactorial).

El fracaso de la regulación del metabolismo de la insulina, ya sea por falta de producción (tipo 1) o eficacia (tipo 2), da lugar a una sintomatología común, más acelerada en la tipo 1, que puede detectarse precozmente prestando atención a los signos clínicos o alteraciones en una analíticas de sangre.

Ahora bien, ¿sabías que la enfermedad de Alzheimer, la causa más común de demencia en personas ancianas, se ha empezado a denominar asimismo «diabetes de tipo 3»? En este artículo te explicaremos los motivos, pero, sobre todo, incidiremos en posibles pasos de prevención que podrías poner en práctica para tratar de estabilizar o retrasar la aparición de sintomatología.

Antes de continuar, una aclaración muy importante: el término «diabetes de tipo 3» para describir la asociación entre el Alzheimer y la resistencia a la insulina es un área de investigación activa. Denominar el Alzheimer «diabetes cerebral» es, sin duda, una simplificación excesiva. Desafortunadamente, la causa primordial de esta enfermedad sigue siendo desconocida (posiblemente intervengan factores genéticos, procesos de tipo priónico, metabolismo y factores ambientales), y, actualmente, no tiene cura: se ofrece tratamiento paliativo mediante fármacos dirigidos a retrasar o reducir los síntomas.

Hablaremos de los factores genéticos y factores de riesgo conocidos, pero estos no pueden interpretarse como tratamientos curativos cuando la enfermedad ya ha debutado, ni siquiera como medidas de prevención con una eficacia comprobada. Existe evidencia de estudios en humanos y en modelos animales in vitro, y la investigación en Alzheimer avanza, pero, hoy por hoy, no disponemos de una teoría unificada sobre los mecanismos fisiopatológicos de la enfermedad. Solamente podemos, así pues, ofrecer pautas generales en base al conocimiento vigente, y muchas recomendaciones y opciones terapéuticas podrían cambiar y evolucionar en el futuro.

La enfermedad de Alzheimer y sus factores de riesgo

La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa crónica con una elevada prevalencia mundial (se estima que 50 millones de personas sufren de demencia, de los cuales un 60-70% podrían categorizarse como Alzheimer). Suele debutar tras los 60-65 años de edad, y se caracteriza por deterioro cognitivo y trastornos conductuales ocasionados, inicialmente, por la afectación de áreas del cerebro que controlan el pensamiento, la memoria y el lenguaje.

Ayudar a un familiar diagnosticado con demencia o Alzheimer es una situación de elevado estrés y dificultad. Recomendamos acceder a Manuales para el Cuidador ofrecidos gratuitamente por diferentes asociaciones como la Fundación Alzheimer España o Confederación Española de Alzheimer, además de contactar con asociaciones locales para buscar asistencia y consejo.

Entre los factores de riesgo no modificables destacan la edad, los antecedentes familiares y los factores genéticos. Entre estos últimos, el gen de la apolipoproteína E-e4, o APOE-e4, es el más conocido y continúa siendo el de mayor impacto.

Heredar una copia de APOE-e4 aumenta el riesgo de desarrollar Alzheimer (2 o 3 veces mayor riesgo); heredar dos copias incrementa todavía más el riesgo (hasta 12 veces), aunque no proporciona la certeza.

Existen otros genes que, en caso de presentar mutaciones o variantes específicas, se consideran una causa directa de la enfermedad: proteína precursora amiloidea (APP), presenilina-1 (PS-1) y presenilina-2 (PS-2).

Entre los factores de riesgo no heredables (modificables) destacan:

  • Existe una fuerte asociación entre lesiones graves de la cabeza (traumatismos craneoencefálicos o TCE) y el riesgo de padecer Alzheimer, especialmente en impactos repetidos y con pérdida de conciencia (patología de interés en algunos deportes como el boxeo o fútbol americano).

  • El riesgo de Alzheimer y la demencia vascular aumenta en caso de sufrir patologías que afectan el corazón y los vasos sanguíneos. Aquí encontramos cardiopatías adquiridas y crónicas, diabetes, accidentes cerebrovasculares, presión arterial elevada y colesterol elevado. A destacar que los pacientes con diabetes de tipo 2 tienen hasta un 50-60% más de riesgo de desarrollar Alzheimer a lo largo de su vida. ¡Una vigilancia en tus análisis de sangre de estos parámetros podría ser crítica!

  • Es fundamental evitar hábitos tóxicos y mantener un estilo de vida que propicie un envejecimiento saludable: destacan medidas como una alimentación adecuada, el ejercicio tanto físico como mental, evitar el tabaco y el alcohol, y mantener la actividad social.

Estos factores, especialmente los incluidos en el segundo y tercer punto, son realmente aquellos sobre los que podremos actuar en edades tempranas para prevenir o retrasar la enfermedad. ¿Cuáles son los más importantes, y cuál es su efecto absoluto sobre el riesgo de Alzheimer? Al tratarse de simples asociaciones y no causas claramente demostradas, es difícil proporcionar cifras absolutas. Evitar traumatismos y la ingesta de sustancias tóxicas, como el tabaco y alcohol, parecen una buena idea sin importar demasiado la enfermedad crónica en concreto que queramos prevenir. A continuación, nos centraremos con mayor detalle en la relación entre la resistencia a la insulina y la demencia, pues es aquí donde dispondremos de la mayor capacidad de actuar y mejorar nuestra salud metabólica.

Resistencia a la insulina en el cerebro: ¿causa, consecuencia o factor de riesgo?

En las últimas décadas se ha vivido una auténtica revolución en la investigación neuropatológica de la demencia, partiendo desde cerca del año 2005, en el que diversas publicaciones de gran impacto científico correlacionaron la resistencia insulínica primaria en el cerebro y el déficit de insulina con el deterioro cognitivo y la enfermedad de Alzheimer. Se han descrito complejas cascadas de señalización de la insulina y el factor de crecimiento similar a insulina (IGF) en la destrucción neuronal y la regulación de la expresión y posterior fosforilación del gen tau (uno de los principales componentes moleculares de la enfermedad).

¡Estos datos provienen de trabajos de laboratorio y de modelos celulares/animales! Consulta las referencias bibliográficas al final de este artículo si quieres adentrarte más en el mundo de la investigación en Alzheimer y examinar activamente, una por una, las piezas del puzle.

Epidemiológicamente, se ha observado que existe un mayor riesgo de padecer deterioro cognitivo, demencia y Alzheimer en diabéticos de tipo 2, así como en personas con obesidad o dislipemia. Mecanísticamente, el riesgo parece estar correlacionado con la hiperglicemia crónica, la resistencia a la insulina periférica, el estrés oxidativo, la acumulación de sustancias de desecho (AGEs) y citocinas proinflamatorias, además del daño microvascular cerebral.

Sufrir de diabetes de tipo 2, especialmente si no se encuentra bajo control mediante mejora en los hábitos de vida y, si estos fracasan, tratamiento farmacológico, ocasiona todos o la mayoría de estos cambios bioquímicos (principalmente silentes, es decir, sin ocasionar una sintomatología apreciable para el paciente). Podrían persistir durante décadas (y a menudo lo hacen), sin un diagnóstico correcto, ocultos bajo una condición denominada “prediabetes”, hasta el debut de una diabetes de tipo 2 clara y detectable objetivamente mediante análisis de sangre.

Si tienes antecedentes de demencia temprana en tu familia, has buscado información sobre su diagnóstico o simplemente te preocupa esta enfermedad, creemos que es una buena idea vigilar y mantener un control adecuado del metabolismo de la glucosa y un estilo de vida saludable. Consulta con tu médico qué pasos y recomendaciones tiene para ti, y sobre fuentes de información de confianza sobre hábitos de vida, alimentación y ejercicio físico que puedes poner en práctica hoy mismo. Desde Melio ofrecemos el Test de resistencia a la insulina que puede ayudarte a controlar el metabolismo de glucosa e indicar si padeces resistencia a la insulina, pre-diabetes o diabetes.

Referencias:

Autor: Tomás Duraj

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